La caída
de Constantinopla en manos de los turcos otomanos, el día 29 de
mayo de 1453 (de acuerdo con el calendario juliano – hace 559 años) fue un hecho
histórico que, en la periodización clásica, y según algunos historiadores,
marcó el fin de la Edad Media en Europa y el fin del último vestigio del Imperio
romano de Oriente.
Representación del asedio a Constantinopla. |
Juan VIII había muerto en 1448 y
su hermano Constantino XI asumió el
trono al año siguiente. Era una figura popular, habiendo luchado en la resistencia
bizantina en el Peloponeso frente al ejército otomano,
mas seguía la línea de su hermano y predecesor en la conciliación de las iglesias
oriental y occidental, lo que causaba desconfianza no sólo entre el clero bizantino
sino también en el sultán Murad II, que veía esta alianza como
una amenaza de intervención de las potencias occidentales en la resistencia a
su expansión en Europa.
En 1451 Murad II murió, siendo sucedido por segunda vez por su joven
hijo Mehmed
II. Inicialmente, Mehmed
prometió no violar el territorio bizantino. Esto aumentó la confianza de
Constantino que, en el mismo año, se sintió seguro y suficiente para exigir el
pago de una renta anual para la manutención de un oscuro príncipe otomano,
mantenido como rehén, en Constantinopla. Furioso, más por el ultraje que por la
amenaza a su pariente en sí, Mehmed II ordenó los preparativos
para un asedio completo a la capital bizantina.
Durante esa madrugada del día 29 de mayo de 1453, el sultán otomano Mehmed
lanzó un ataque total a las murallas, compuesto principalmente por
mercenarios y prisioneros, concentrando el ataque en el valle del Lico. Durante dos horas, el contingente
principal de mercenarios europeos fue repelido por los soldados bizantinos bajo
el mando de Giustiniani, provistos de mejores armas y armaduras y
protegidos por las murallas. Pero con las tropas cansadas, tendrían ahora que
afrontar al ejército regular de 80.000 turcos.
El ejército turco atacó durante más de dos horas,
sin vencer la resistencia bizantina. Entonces hicieron espacio para el gran
cañón, que abrió una brecha en la muralla por la cual los turcos concentraron
su ataque. Constantino en
persona coordinó una cadena humana que mantuvo a los turcos ocupados mientras
la muralla era reparada. El sultán, entonces, hizo uso de los jenízaros,
que trepaban la muralla con escaleras. Sin embargo, tras una hora de combates,
los jenízaros todavía no habían conseguido entrar a la ciudad.
Con los ataques concentrados en el valle del Lico,
los bizantinos cometieron la imprudencia de
dejar la puerta de la muralla noroeste (la Kerkaporta) semiabierta. Un
destacamento jenízaro otomano penetró por allí e invadió el espacio entre las
murallas externa e interna, muriendo muchos de ellos al caer al foso. Se dice
que el primero en llegar fue un gran soldado llamado Hassan, que murió por una
lluvia de flechas bizantinas. En ese momento, el comandante Giovanni
Giustiniani Longo fue
herido y fue evacuado apresuradamente hacia un navío. Constantino,
avisado inmediatamente del hecho, fue hacia él y lo quiso convencer de no
alejarse del lugar, le habló de la importancia de mantenerse como fuera en el
campo de batalla, pero el genovés habría intuido la gravedad del asunto y
lamentablemente se mantuvo firme en su deseo de retirarse para ser atendido.
Cuando el resto de los soldados genoveses vieron que se llevaban a su capitán pasó
lo que era de esperar se desmoralizaron y desertaron de sus puestos en la
muralla siguiendo el camino de su capitán, justo en el preciso momento en que
arreciaban las fuerzas de los jenízaros en el lugar.
Sin su liderazgo, los soldados griegos lucharon
desordenadamente contra los disciplinados turcos. La muerte de Constantino
XI es una de las leyendas más famosas del asalto, ya que el emperador
luchó hasta la muerte en las murallas tal y como había prometido a Mehmed II cuando este le ofreció el gobierno
de Mistra a cambio de la rendición de Constantinopla. Decapitado, su cabeza fue
capturada por los turcos, mientras que su cuerpo era enterrado en
Constantinopla con todos los honores
Giustiniani
también moriría más tarde, a causa
de las heridas, en la isla griega de Quíos, donde se encontraba anclada la
prometida escuadra veneciana a
la espera de vientos favorables.
Trabajo realizado por
Julián Ferraz Rodríguez,
alumno de 3º ESO A.
IES LUIS COBIELLA CUEVAS
SANTA CRUZ DE LA PALMA.
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