24 de mayo de 2012

EL CONCILIO DE NICEA

El primer Concilio ecuménico se celebró en el año 325 (hace 1687 años) en Nicea (actualmente Iznik), ciudad de Asia Menor, en el territorio de la actual Turquía, y de la que recibe el nombre por el que es conocido. Fue convocado por el emperador Constantino I, el Grande, por consejo del obispo San Osio de Córdoba. Previamente, Constantino ya había dado muestras de sus simpatías por el Cristianismo al dictar el Edicto de Milán del año 313, que daba a los cristianos libertad para reunirse y practicar su culto sin miedo a sufrir persecuciones. El propósito de este nuevo concilio debía ser establecer la paz religiosa y construir la unidad de la Iglesia cristiana.

Icono representantivo del Primer Concilio de Nicea.
En aquellos momentos, la cuestión principal que dividía a los cristianos era la denominada controversia arriana; es decir, el debate sobre la naturaleza divina de Jesús. Un sector de los cristianos, liderado por el obispo de Alejandría, Alejandro, y su discípulo y sucesor Atanasio, defendía que Jesús tenía una doble naturaleza, humana y divina, y que, por tanto, Cristo era verdadero Dios y verdadero Hombre; en cambio, otro sector liderado por el presbítero ario y por el obispo Eusebio de Nicomedia, afirmaba que Cristo había sido la primera creación de Dios antes del inicio de los tiempos, pero que, habiendo sido creado, no era Dios mismo.

         Este fue el primer concilio general de la historia de la Iglesia cristiana, a excepción del llamado Concilio de Jerusalén del siglo I, que había reunido a Pablo de Tarso y sus colaboradores más allegados con los apóstoles de Jerusalén encabezados por Santiago, el Justo y Pedro.

         Aunque todos los obispos cristianos del Imperio fueron formalmente convocados a reunirse en Nicea, en realidad asistieron alrededor de 300 (según san Atanasio), o quizá un número ligeramente inferior. La mayoría de los obispos eran orientales, si bien participaron también dos representantes del Papa Silvestre. También estuvo presente Ario y algunos pocos defensores de sus posiciones teológicas. La posición contraria a Ario fue defendida, entre otros, por Alejandro de Alejandría y su joven colaborador, Atanasio. Constantino, aunque simpatizaba con los cristianos, no se bautizó hasta que se hallaba en su lecho de muerte. Sin embargo, aparentemente ya se había convertido al cristianismo tras su victoria militar en 312, ya que había invocado al Dios de los cristianos antes de la batalla. Por ello interpretó su victoria como indicio de la superioridad del Dios cristiano, aunque se guardó de compartir esta interpretación con sus tropas.

Trabajo realizado por
Desirée Hernández Coelho Da Silva, alumna de 3º ESO B.
IES LUIS COBIELLA CUEVAS
SANTA CRUZ DE LA PALMA.

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