En los idus de marzo del año 44 a. C.; es decir, el 15 de marzo (hace hoy 2056 años) un grupo de senadores romanos convocó a Julio César al Foro para leerle una petición, escrita por ellos, con el fin de devolver el poder efectivo al Senado. Marco Antonio, que había tenido noticias difusas de la posibilidad del complot a través de Servilio Casca, temiendo lo peor, corrió al Foro e intentó parar a Julio César en las escaleras, antes de que entrara a la reunión del Senado. Pero el grupo de conspiradores interceptó a Julio César justo al pasar por el Teatro de Pompeyo, donde se reunía el Senado romano, y lo condujo a una habitación anexa al pórtico este, donde le entregaron la petición. Cuando el dictador la comenzó a leer, Tulio Cimber, que se la ha-bía entregado, tiró de su túnica, provocando que Julio César le espetara furiosamente «Ista quidem vis est?» (Traducción: ¿Qué clase de violencia es esta?).
En ese momento, el mencionado Casca, sacando una daga, le asestó un corte en el cuello; el agredido se volvió rápidamente y, clavando su punzón de escritura en el brazo de su agresor, le dijo: «¿Qué haces, Casca, villano?», pues era sacrilegio portar armas dentro de las reuniones del Senado. Casca, asustado, gritó en griego «adelphe, boethei!» (Traducción: ¡Socorro, hermanos!), y, en respuesta a esa petición, todos se lanzaron sobre el dictador, incluido Marco Junio Bruto. César, entonces, intentó salir del edificio para recabar ayuda, pero, cegado por la sangre, tropezó y cayó. Los conspiradores continuaron con su agresión, mientras aquél yacía indefenso en las escaleras bajas del pórtico. De acuerdo con los autores latinos Eutropio y Suetonio, al menos 60 senadores participaron en el asesinato. César recibió 23 puñaladas, de las que, si creemos a Suetonio, solamente una, la segunda recibida en el tórax, fue la mortal.
Muerte de Julio César, pintura de Carl Theodor von Piloty. |
Las últimas palabras de César no están establecidas realmente, y hay una polémica en torno a las mismas, siendo las más conocidas:
- Καὶ σὺ τέκνον (Traducción: ¿tú también, hijo mío?’).
- Tu quoque, Brute, filii mei! (Traducción: ‘¡Tú también, Bruto, hijo mío!’).
- Et tu, Brute? (Traducción: “¿Tú también, Bruto? “.
- Plutarco nos cuenta que no dijo nada, sino que se cubrió la cabeza con la toga tras ver a Bruto entre sus agresores.
Tras el asesinato, los conspiradores huyeron, dejando el cadáver de César a los pies de una estatua de Pompeyo, donde quedó expuesto por un tiempo. De allí, lo recogieron tres esclavos públicos que lo llevaron a su casa en una litera, de donde Marco Antonio lo recogió y lo mostró al pueblo, que quedó conmocionado por la visión del cadáver. La leyenda cuenta que Calpurnia Pisonis, la mujer de César, después de haber soñado con un presagio terrible, advirtió a César de que tuviera cuidado, pero César ignoró su advertencia diciendo: «Sólo se debe temer al miedo». En otras se cuenta cómo un vidente ciego le había prevenido contra los Idus de Marzo; llegado el día, César le recordó divertido en las escaleras del Senado que aún seguía vivo, a lo que el ciego respondió que los idus no habían acabado aún.
Trabajo realizado por
Irene Suárez Cortés, alumna de 3º ESO A.
IES LUIS COBIELLA CUEVAS
SANTA CRUZ DE LA PALMA.
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