En la primavera del 69 antes de Cristo, LÚCULO decidió anteponerse a los planes de Mitridates y Tigranes con la invasión de Armenia, que efectuó con 12.000 infantes y 3.000 jinetes. Dejó el gobierno del Ponto a su lugarteniente, Sornatius, y recibió la asistencia de Ariobarzanes II de Capadocia. Tras cruzar el río Eufrates, avanzó por Sophene y, cruzando el Tigris, llegó a la capital del rey armenio: TIGRANOCERTA. El rey armenio envió a Mitrobarzanes para detener a Lúculo; pero el armenio fue derrotado y sus fuerzas aniquiladas. Tigranes huyó de Tigranocerta y encargó la defensa a su oficial Mancaios (por los romanos Manceu, latín Mancaeus) retirándose al interior del país a esperar las tropas que estaba reuniendo.
Lúculo asedió Tigranocerta con la esperanza de que el rey armenio intentara atacar a los sitiadores y forzar un combate decisivo. Tigranes, cuando reunió las tropas, envió un contingente que pudo reforzar la ciudad y sacar a sus mujeres y concubinas. Animado por este éxito, se presentó en la zona con 150.000 infantes, 55.000 jinetes y 20.000 arqueros y honderos. Sin embargo, Lúculo avanzó con su pequeña fuerza al encuentro de este ejército formidable y, cuando alguien le recordó que el día (era el 6 de octubre del año 69 a . C. - hace 2.080 años) era un día de mala suerte, él respondió: “Yo haré de éste un día feliz para los romanos”. Y, efectivamente, contra todo pronóstico obtuvo una sonada victoria sobre un ejército muy superior en número.
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Dibujo de un busto de Lúculo conservado en el Hermitage (San Petersburgo). |
Trabajo realizado por
Fabio Fernández Marrero, alumno de 3º ESO A
IES LUIS COBIELLA CUEVAS
SANTA CRUZ DE LA PALMA
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